En el certamen, el príncipe vuelve a ser derrotado por Hammad, el humilde tejedor de alfombras, pero ya no le importa: su meta ya no es ir al certamen de Ukaz, sino acabar con el hombre que le ha impedido cumplir su sueño. así, Hammad es encerrado en el archivo hasta cumplir su tarea y ordenarlo todo.
El hombre se desespera, pues ama su vida retirada, y esto le da fuerzas para acabar de ordenar el archivo e incluso actualizarlo. Pero Walid se niega a dejarle ir, y le ordena que le confeccione una alfombra en la que se refleje toda la historia de la humanidad.
El tejedor enloquece y se encierra a trabajar, sin comer ni beber. Muere un tiempo después, pero el príncipe descubre que ha creado una maravillosa y terrible alfombra.
Luego, Walid se reencuentra con los tres hijos de Hammad, que le dicen que le han perdonado y alivian en gran parte sus remordimientos explicándole que su padre tejió la alfombra no porque el príncipe lo obligara, sino porque fue su último gran sueño. Le dicen además que desean compartir con él el legado de Hammad, pues afirman que era "más hijo suyo de lo que cree". Este legado es la alfombra maravillosa, que parten en cuatro trozos, con la esperanza de que, cuando el mundo esté preparado para conocerla, alguien con un alma buena encuentre los trozos y los cosa de nuevo.
Ya en paz consigo mismo, Walid se presenta al certamen de Ukaz. En él está presente un gran poeta que le dijo, cuando se enfrentaba a Hammad en los concursos, que su casida no era tan buena como la del tejedor porque, si bien estas poesías hablan del amor y el desierto, Walid no había conocido el amor ni el desierto. En aquel momento, el príncipe protestó y afirmó que sí lo conocía; ahora, habiendo conocido a Zahra y caminado por el desierto tanto tiempo, comprende que el hombre tenía razón. Y, de hecho, su casida es lo sufiecientemente buena como ¡para ganar el certamen! Como deseaba hace tanto tiempo, su nombre será colgado entre los velos de templo de Kaaba. Pero ahora se presenta como El Rey Errante, y ése será el nombre escrito, pues no busca gloria, sino cumplir un sueño.
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